Serie The law of Moses - Amy Harmon




Si te lo digo justo de frente, justo en el momento en que lo perdí, será más fácil para ti poder soportarlo. Sabrás lo que vendrá, y te lastimará. Pero podrás estar preparado.
Alguien lo encontró en un cesto de ropa en la lavandería, envuelto en una toalla, con unas pocas horas de vida y cerca de la muerte. Lo llamaron el Bebé Moses cuando compartieron su historia en las noticias de las diez, el pequeño bebé dejado en una cesta en una sucia lavandería, nacido de una adicta al crack que se esperaba tuviera todo tipo de problemas. Me imagine al bebé del crack, Moses, teniendo una gigantesca grieta recorriendo su cuerpo, como si lo hubieran roto en el parto. Sabía que no era lo que significaba aquel término, pero la imagen se me quedó grabada. Tal vez el hecho de que estuviera roto me atrajo hacia él desde el principio.
Todo sucedió antes de que yo naciera, y en el momento que conocí a Moses y mi madre me contó todo acerca de él, la historia ya era una noticia vieja y nadie quería tener algo que ver con él. La gente adora a los bebés, incluso a los bebés enfermos. Incluso a los bebés del crack. Pero los bebés crecen para ser niños, y los niños crecen para ser adolescentes. Y nadie quiere un adolescente en mal estado.
Y Moses estaba en mal estado. Moses era su propia ley. Pero también era extraño, exótico y hermoso. Estar con él iba a cambiar mi vida de una manera que nunca podría haber imaginado. Tal vez debería haberme alejado. Tal vez debería haber escuchado. Mi madre me lo advirtió. Incluso Moses me lo advirtió. Pero no me alejé.
Y así comienza una historia de dolor y promesas, de angustia y curación, de vida y muerte. Una historia de antes y después, de nuevos comienzos e interminables finales. Pero por sobre todo... una historia de amor.



The song of David #2


The Song of David (The Law of Moses, #2)Dijo que era como una canción. Su canción favorita. Una canción no es algo que puedas ver. Es algo que sientes, algo con lo que te mueves, algo que desaparece después de que la última nota suena.
Gané mi primera batalla cuando tenía once años de edad y he estado tirando golpes desde entonces. El pelear es la cosa más pura, verdadera y elemental que hay. Algunas personas describen el cielo como un mar interminable de blanco. Donde se cantan coros y tus amados esperan. Pero para mí, el cielo era algo más. Sonaba como la campana al inicio de un round, sabia como adrenalina, quemaba como sudor en mis ojos y fuego en mi estomago. Lucia como el borrón de las multitudes gritando y un oponente que quería mi sangre.
Para mí, el cielo era el octágono.
Hasta que conocí a Millie, y el cielo se convirtió en algo diferente. Yo me convertí en algo diferente. Supe que la amaba cuando la vi pararse completamente quieta en el medio de una habitación llena de gente, gente moviéndose, animada, deslizándose a su alrededor, su recta posición de bailarina inflexible, su barbilla alta, sus manos sueltas a sus costados. Nadie pareció verla, a excepción de los pocos que pasaban apretadamente a su lado, lanzando exasperadas miradas a su cara seria. Cuando se dieron cuenta que no era normal, huyeron. ¿Por qué nadie la vio, y aun así fue la primera cosa que vi?
Si el cielo era el octágono, entonces ella era mi ángel en el centro de todo, la chica con el poder de derrotarme y levantarme de nuevo. La chica por la que quería pelear, la chica que quería reclamar. La chica que me enseñó que a veces los grandes héroes no son reconocidos y que las batallas más importantes son las que no creemos que podemos ganar.

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